Intrínsecas madrugueras
Y llegó la noche, y me tenía que ir a dormir, pero olía a transpiración, y estaba pegajoso. Había estado toda la tarde recostado sobre el pasto.
Entonces me bañé.
Y salí del baño, y no me sequé los pies, por pereza los dejé secar. Y tomé dos medias al azar.
Un rato más tarde me las calcé, y una de ellas quedó floja y suelta, su elástico ya no tenía fuerza, pero yo tenía pereza, mucha pereza, y la calcé igual.
Me dormí.
En el medio de la noche, pelea entre conciencia e inconsciencia, sentía uno de los pies fríos.
Y la noche pasó, y escuché el despertador. Me levanté a apagarlo, y ahora el piso con uno de los pies me quemaba del frío.
Apagué el despertador, que sin cumplir su función volví a mi cama, estiré mis manos al fondo de las cobijas, sabía que estaba allí atorada. Manotié y samarrié entre las sábanas, y me rendí.
Volví a acostarme y me dormí.
Más tarde desperté, la luz del sol ya era insoportable, y encogí las rodillas, y atraje mis pies cerca de los glúteos, y uno de mis pies rozó una textura distinta entre las suaves sábanas. Era la media fugitiva. Y estaba allí, estuvo siempre allí, toda la noche, al alcance de mi mano. Pero no, yo no quería eso. Yo quería que la búsqueda fuera complicada, y simplifiqué aun más las cosas, me levanté, me quité la otra, y con orgullo, me calcé de ojotas.
te encontré! Me gustó, me gustó... a ver cuándo surge algo más.
ResponderEliminarAbrazo, nos vemos mañana a la misma hora de siempre en el mismo lugar.