martes, 10 de septiembre de 2013

Esperanzas colectiveras

Mañana de sol, y recién arrancaba. Todavía no llegó primavera y el sol ya quema de mañana.

Me tomé el 138 a la casa de mi abuela. La rutina del viaje me hacía cabecear entrecerrando los ojos.

En eso aparecen corriendo por la calle dos pibes, y suben al colectivo un gordito y un flaquito. Pongamos le Zub e Ydoow. El primero de ojotas, remera amarilla suelta y sosteniéndose los pantalones del cinto que no abrochaba. El otro con la remera de messi del barsa, la amarilla y naranja, con una manga rajada y unos jean hasta las rodillas.
Eran todo compinche, subieron y con mucho cariño saludaron al chofer y quedaron a su lado.
Ydoow charlaba como si lo conociera de toda la vida. Zub, vergonzoso se sentó y miraba el paisaje. Su amigo se le acercó y le hizo señas para que repartiera tarjetas, pero él negó.
En eso sube una señora con un bebé, Zub no dudó un segundo y se levantó de un sobresalto. La señora apuntó a dirigirse a marcar el boleto, pero él sin hablar hizo seña de cortesía y le indicó a la señora que se siente que él se ocuparía. Esperó a la señora a que busque la tarjeta, la recibió, marcó y se la devolvió como todo un caballero, de esos que casi ya no se ven.

Ydoow comenzó a repartir tarjetas.

Y pensé: -no puede haber dos chicos con tanta emoción de la vida repartiendo tarjetas, y con tan buena atención y predisposición- más allá que tengan la necesidad de portarse bien porque el chofer los dejó viajar, a estos chicos se les notaba una simpatía tan cálida, que era admirable la actitud con la que encaran la calle.

Ydoow le entregó una tarjeta a una señora sentada adelante mía. Esta se la recibió y antes que siga entregando las demás se la devolvió, a lo que él le respondió: "¡eh, pará!!", -jaja, como me hizo reir internamente y sonreir externamente.
No podía negarle la tarjeta, no a estos dos pibes que se la bancan de verdad. Se la recibí, y volvió adelante con su compañero. Tomé dos pesos y lo esperé.
Volvió a pasar y cuando tomó mi tarjeta vió el dinero medio asomado detrás, se volvió solo con la cabeza ya que sus pies seguian caminando y me respondió con un: "gracias amigo".

Esta vez me hizo sonreir externa e internamente, ¿y saben?, es muy difícil sonreir internamente.

Ydoow alertó a su compañero que muy cómodo parecía esperándolo. Tenían que bajar en la próxima.
Ambos saludaron al chofer, y Ydoow bajó disparando, antes que suba la gente que deseaba abordar el colectivo. Zub esperó, y los dejaba pasar hasta que Ydoow le gritó: "así no vas a bajar nunca"...
...y los dos quedaron en la parada, parados, esperando otro colectivo a la hermandad.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Intrínsecas madrugueras

Y llegó la noche, y me tenía que ir a dormir, pero olía a transpiración, y estaba pegajoso. Había estado toda la tarde recostado sobre el pasto.

Entonces me bañé.

Y salí del baño, y no me sequé los pies, por pereza los dejé secar. Y tomé dos medias al azar.
Un rato más tarde me las calcé, y una de ellas quedó floja y suelta, su elástico ya no tenía fuerza, pero yo tenía pereza, mucha pereza, y la calcé igual.

Me dormí.

En el medio de la noche, pelea entre conciencia e inconsciencia, sentía uno de los pies fríos.

Y la noche pasó, y escuché el despertador. Me levanté a apagarlo, y ahora el piso con uno de los pies me quemaba del frío.
Apagué el despertador, que sin cumplir su función volví a mi cama, estiré mis manos al fondo de las cobijas, sabía que estaba allí atorada. Manotié y samarrié entre las sábanas, y me rendí.
Volví a acostarme y me dormí.

Más tarde desperté, la luz del sol ya era insoportable, y encogí las rodillas, y atraje mis pies cerca de los glúteos, y uno de mis pies rozó una textura distinta entre las suaves sábanas. Era la media fugitiva. Y estaba allí, estuvo siempre allí, toda la noche, al alcance de mi mano. Pero no, yo no quería eso. Yo quería que la búsqueda fuera complicada, y simplifiqué aun más las cosas, me levanté, me quité la otra, y con orgullo, me calcé de ojotas.